
Cómo Pasé de Comerme los Mocos a Que Mi Bandeja de Entrada Esté Llena de Gente Pidiéndome Trabajo
El momento en que todo hizo clic
Fue una tarde cualquiera. Me había pasado la mañana entera enviando propuestas, rogando básicamente, y terminando la jornada con la moral más baja que un gusano. Entonces, una frase me golpeó como un ladrillo:
"Si sigues vendiéndote como un perdedor, eso es lo que la gente verá."
Era brutalmente cierto. Estaba tan ocupado suplicando por atención, que olvidé lo más importante: mostrar mi valor sin disculpas.
Cómo cambié las reglas del juego
Me convertí en un experto en contar historias.
Dejé de hablar de mí como si fuera un producto. En lugar de eso, comencé a contar historias que conectaran con mis clientes. Por ejemplo:
No les decía: "Hago copywriting."
Les decía: "¿Sabes esa sensación de enviar un mensaje y que te ignoren? Yo convierto esos silencios en respuestas que venden."
Lección 1: La gente no compra lo que haces, compra lo que haces por ellos.
Dejé de perseguir a todo el mundo.
No todo el mundo es tu cliente. Y eso está bien.
Empecé a ser honesto con quién quería trabajar:
Gente que realmente valore lo que hago.
Empresas dispuestas a invertir en crecer, no en regatear.
El resultado fue sorprendente. Cuanto más claro era con mis límites, más interés despertaba.
Lección 2: Si no te valoras tú, nadie lo hará por ti.
Creé contenido que la gente no podía ignorar.
Mis publicaciones dejaron de ser aburridos listados de servicios. Empecé a escribir sobre cosas que a mis clientes les dolían.
La frustración de gastar dinero en marketing sin resultados.
La sensación de hablar y que nadie te escuche.
Lo que pasa cuando un cliente encuentra exactamente lo que estaba buscando.
Ese contenido se convirtió en mi imán. Las personas que lo leían no solo querían contratarme, querían hablar conmigo.
El poder de posicionarte como alguien indispensable
No quiero que esto suene a cuento de hadas, porque no lo es. Lo que aprendí me llevó años de prueba, error y algún que otro llanto frente al teclado. Pero aquí está la verdad: tu negocio cambia cuando tú cambias la forma en que lo comunicas.
Cuando entiendes que:
No estás vendiendo servicios, estás resolviendo problemas.
No necesitas miles de seguidores, necesitas los clientes correctos.
No tienes que gritar para que te escuchen, solo tienes que decir lo que nadie más está diciendo.
¿Por qué te cuento esto?
Porque si estás donde yo estaba, quiero que sepas que hay otra forma. No necesitas gritar más fuerte, trabajar más horas ni regalar tu trabajo. Necesitas hablarle al cliente adecuado con el mensaje correcto.
¿Te sientes identificado? Bien, porque eso significa que estás listo para cambiar las reglas del juego.
Si yo pasé de rogar por atención a que la gente me busque, tú también puedes. La diferencia está en cómo cuentas tu historia. ¿Qué estás esperando para empezar a contarla de la forma correcta?